Respecto de este tema me gustaría hacer algunas reflexiones.
En primer lugar, la libertad de prensa es una de las más valiosas libertades con las cuales cuenta el individuo. Importa la capacidad de cada quien de tener una idea, expresarla, difundirla de todos los modos que tenga a su alcance para tratar de persuadir a los demás. Implica que no se puede limitar o restringir las ideas y expresiones a ninguna persona. Puede suceder que algunas ideas sean equivocadas, otras correctas, pero la libertad implica que nadie puede decidir cuáles ideas son correctas y cuáles no, ni siquiera la voluntad mayoritaria.
En segundo lugar, es mentira que esta ley que intenta aprobarse sea democrática. La única manera en que se puede defender la democracia y la libertad de prensa es no restringiéndola. Ni siquiera la mayoría (si se entiende por eso ‘democracia’) puede limitar las ideas de la minoría. La libertad de prensa no puede regularse, nadie puede hacerlo, menos el estado (toda vez que el Estado no es un ente abstracto, sino que está representado por personas, que hoy es Cristina, antes fue Néstor y mañana puede ser cualquiera). La libertad de prensa es un derecho individual, reitero: individual, un derecho que tiene cada persona por el hecho de serlo. Esta libertad de prensa, defendida desde el punto de vista del individuo, siempre redunda en un beneficio a la sociedad. En las sociedades en que se respeta el derecho individual de libertad de prensa suelen haber caracteres democráticos y también suelen ser las más prósperas a nivel material.
En tercer lugar, la libertad de prensa no puede ser regulada del mismo modo en que son regulados otros derechos por un estado que se llama ‘benefactor’ o ‘redistribuidor’. En efecto, desde el punto de vista de la riqueza, se vulneran los más elementales principios de justicia toda vez que se les saca a unos para darle a otros, si bien todos lo aceptamos como dóciles ovejas. Pero sin embargo, en el punto de vista de las ideas no se puede realizar lo que se llama ‘una acción redistributiva’. Ahora, ¿Por qué digo esto? Porque algunas ideas serán más valoradas que otras, algunos pensamientos más que otros. Esto hace que los que tienen las ideas que son más valoradas por las personas que integran una sociedad crezcan en cuanto a la difusión de sus pensamientos. Pero no puede venir nadie (y menos el Estado), a decir ‘ustedes crecieron demasiado difundiendo sus ideas; entonces, vamos a quitarle poder de difusión para darle más poder de difusión a estas otras personas que no pudieron difundir sus ideas’. Esto es una locura, porque se estaría privilegiando o beneficiando a ciertas ideas en desmedro de otras que crecieron por que la gente las eligió. Este es el argumento central a mi criterio. Lo que el Estado quiere hacer con esta ley es redistribuir las ideas, para darle más poder a aquéllas que tienen menos eco en la sociedad. Y no es ilógico que esto suceda en el momento en que la gente más desprecia a este gobierno (sobre todo después de los sucedido en las elecciones del 28 de junio).
Para terminar, y como último argumento, quiero hacer una referencia al ‘monopolio’ clarín. Tenemos que entender que este monopolio no creció porque la gente lo eligió, porque a la gente le pareció que sus ideas eran buenas. Este grupo creció por la ayuda estatal de un Estado redistribuidor que licuó deudas y demás, que lo benefició en desmedro del resto de la sociedad; y como contraprestación, el monopolio ayudó a los distintos gobiernos que hubo en Argentina, apoyando las acciones más contradictorias y descabelladas, callando, silenciando actos que fueron absolutamente tercermundistas y corruptos. Por ello, el monopolio clarín no surgió como consecuencia de una falla del ‘mercado de ideas’, si lo podemos llamar así; sino por la acción deliberada de un Estado redistribuidor que licuó deudas de un ‘imperio’ para no dejar a trabajadores en la calle (o permitiéndoles que encuentren trabajo en otra actividad más eficiente que defendiendo a gobiernos de turno).
Por ello, finalizo diciendo que en la libertad de prensa no puede intervenir el Estado de bienestar (o en realidad de malestar) redistribuyendo ideas. Actos como ése son propios de un autoritarismo perverso que nos falta el respeto diciendo que la regulación es ‘democrática’.


2 comentarios:
Muy buenas tus reflexiones! Solo me permito criticar una sola cosa: en varias oportunidades decís "y menos el estado" (perdón pero no lo puedo poner con mayúsculas ;-) ). Yo pienso que cuando hablamos de libertad de expresión, estamos específicamente refiriéndonos a una restricción que se le pone al estado en el sentido de no poder legislar (o regular) en este ámbito. La libertad de expresión, desde mi punto de vista, solo puede restringirla el estado y por eso es que para mi la aclaración "y menos el estado" embarra un poco la cuestión porque daría la sensación de que hay algún "otro" (individuo físico o jurídico) que podría privarla.
El derecho a la libertad de expresión no se refiere a que empresas como Clarín estén obligadas a publicar notas con contenidos opuestos a la linea editorial de la empresa (fijada por sus dueños o los responsables designados). Clarín puede perfectamente no publicar una nota que un periodista de su staff redacte si no le gusta el contenido de la misma, en esta acción no está, según mi parecer, en juego la libertad de expresión. El periodista puede ir a otro medio expresarse y en el peor de los casos pararse en la calle a repartir volantes con su nota. En cambio, si el estado tuviera la potestad de que algo que no le guste no se pueda publicar, se acaban las opciones dado que repartir los volantes termina siendo una vía para la cárcel.
La "censura" es una acción que solo el estado puede ejercer...
Salvado este detalle coincido plenamente en todo lo que decís.
Un gran abrazo.
Totalmente de acuerdo con vos y gracias por añadir esta reflexión. Di por sentado el tema y no lo aclaré. Debo leer a Rand creo!
Abrazo!
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