Desde el 11 de marzo al 17 de julio (128 días) se vivió un proceso que cambió el panorama argentino en 180°. Si bien no es preciso decir que con la votación de anoche del Senado, que rechazó la ratificación de la resolución 125, se solucionó el conflicto con el campo, considero que es el momento exacto en el que se puede afirmar sin dudas la herida que sufrió el gobierno. Peor aún, el voto desempate de Cobos fue la frutilla del postre -como diríamos en términos cotidianos-.
Antes del 11 de marzo no vivíamos en un paraíso terrenal, de hecho había situaciones económicas que demostraban que el país no iba para nada bien. Pero había algo que no se dudaba, hasta el momento no había crisis de gobernabilidad, una crisis política. Incluso la presidenta gozaba de una buena imagen por parte de la sociedad. Muchos temíamos que las medidas políticas dirigidas a la concentración del poder hicieran que Kirchner y Cristina se sucedieran reiteradamente en sus cargos y de esa manera vulneraran la alternancia en los cargos de gobierno establecida por la Constitución, y así degradar la institucionalidad y el desarrollo del país.
A su vez, la oposición -pese a sus esfuerzos-, no lograba hacerle tomar conciencia a la población de la degradación constitucional, del creciente autoritarismo y exceso de poder. Como si fuera poco, el Congreso de la Nación no era más que una escribanía en la cual se ratificaban o creaban las leyes que el Poder Ejecutivo necesitara.
En conclusión, los Kirchner acumulaban poder, la oposición no lograba poner un límite y la posibilidad de la reelección indefinida del matrimonio era una posibilidad real. La Argentina podía convertirse en una tiranía al estilo de Venezuela, y eso frente a la pasividad de una sociedad que no reaccionaba.
En ese contexto, podíamos preguntarnos ¿Cómo frenar tanto poder? ¿Cómo hacerle entender a la población la necesidad de ponerle un coto al gobierno? La respuesta no se encontraba, la oposición era incapaz de cumplir con su trabajo. Pero la solución a los interrogantes la dio el propio gobierno con la resolución del 11 de marzo y toda la conducta que realizó posteriormente. De hecho, para los Kirchner no hubo mejor oposición que ellos mismo. Se caen de maduro; ante el primer conflicto en 5 años de gobierno perdieron casi toda la buena imagen y el apoyo de gran parte de la sociedad.
Ante la conducta asumida en 128 días de conflicto, el gobierno o bien tiene una total falta de conocimiento de cómo gestionar el destino del país o bien quien elige los métodos a seguir (Kirchner) tiene una falta de cordura severa para ser presidente. Porque cualquier político coherente no habría llevado a límites inimaginables de división del país, de enfrentamiento, de violencia e instaurar una crisis de gobernabilidad totalmente innecesaria. Néstor con sus actos llevó a la premisa de que o bien se aprobaba la resolución 125, se elegía la continuidad del modelo, la redistribución del ingreso, la ayuda a los más pobres; o si no, se elegía el rechazo de la misma, se elegía el golpismo, la inestabilidad, la explotación de los más pobres, la renta extraordinaria de los más poderosos en desmedro del resto de la población. Me pregunto, ¿Era necesario poner el conflicto en estos términos? ¿Era justo que el gobierno salga tan herido por una resolución, generando una crisis que asusta? ¿Es necesario que se dividiera la sociedad generando la violencia, el odio y el rencor que ello genera? Asimismo, Kirchner nuevamente llevó al centro de la escena -y probablemente al nivel más crudo de su gestión-, la idea de que si no se pensaba como ellos respecto de las retenciones móviles se era un ‘gorila desestabilizador’.
Por suerte, la irresponsabilidad del gobierno esta vez produjo una reacción en la sociedad. La mala imagen que tiene la población no solo se debe a que se rechazan los impuestos que sean confiscatorios, sino que -principalmente-, es como consecuencia de que la gente no quiere un gobierno autoritario, tirano, que vulnere la Constitución y las instituciones, que enfrente a la sociedad e intente generar rencor, odio y violencia dentro de ella.
Finalmente, me alegro de la actitud democrática de la gente, de la reacción, de darse cuenta de que estábamos perdiendo la República si no hacíamos nada. Y me alegro también de que todo lo que no pudo hacer la oposición para hacerle entender a la sociedad, lo pudo hacer el Kirchnerismo con su amateurismo o con su grado de locura.
Antes del 11 de marzo no vivíamos en un paraíso terrenal, de hecho había situaciones económicas que demostraban que el país no iba para nada bien. Pero había algo que no se dudaba, hasta el momento no había crisis de gobernabilidad, una crisis política. Incluso la presidenta gozaba de una buena imagen por parte de la sociedad. Muchos temíamos que las medidas políticas dirigidas a la concentración del poder hicieran que Kirchner y Cristina se sucedieran reiteradamente en sus cargos y de esa manera vulneraran la alternancia en los cargos de gobierno establecida por la Constitución, y así degradar la institucionalidad y el desarrollo del país.
A su vez, la oposición -pese a sus esfuerzos-, no lograba hacerle tomar conciencia a la población de la degradación constitucional, del creciente autoritarismo y exceso de poder. Como si fuera poco, el Congreso de la Nación no era más que una escribanía en la cual se ratificaban o creaban las leyes que el Poder Ejecutivo necesitara.
En conclusión, los Kirchner acumulaban poder, la oposición no lograba poner un límite y la posibilidad de la reelección indefinida del matrimonio era una posibilidad real. La Argentina podía convertirse en una tiranía al estilo de Venezuela, y eso frente a la pasividad de una sociedad que no reaccionaba.
En ese contexto, podíamos preguntarnos ¿Cómo frenar tanto poder? ¿Cómo hacerle entender a la población la necesidad de ponerle un coto al gobierno? La respuesta no se encontraba, la oposición era incapaz de cumplir con su trabajo. Pero la solución a los interrogantes la dio el propio gobierno con la resolución del 11 de marzo y toda la conducta que realizó posteriormente. De hecho, para los Kirchner no hubo mejor oposición que ellos mismo. Se caen de maduro; ante el primer conflicto en 5 años de gobierno perdieron casi toda la buena imagen y el apoyo de gran parte de la sociedad.
Ante la conducta asumida en 128 días de conflicto, el gobierno o bien tiene una total falta de conocimiento de cómo gestionar el destino del país o bien quien elige los métodos a seguir (Kirchner) tiene una falta de cordura severa para ser presidente. Porque cualquier político coherente no habría llevado a límites inimaginables de división del país, de enfrentamiento, de violencia e instaurar una crisis de gobernabilidad totalmente innecesaria. Néstor con sus actos llevó a la premisa de que o bien se aprobaba la resolución 125, se elegía la continuidad del modelo, la redistribución del ingreso, la ayuda a los más pobres; o si no, se elegía el rechazo de la misma, se elegía el golpismo, la inestabilidad, la explotación de los más pobres, la renta extraordinaria de los más poderosos en desmedro del resto de la población. Me pregunto, ¿Era necesario poner el conflicto en estos términos? ¿Era justo que el gobierno salga tan herido por una resolución, generando una crisis que asusta? ¿Es necesario que se dividiera la sociedad generando la violencia, el odio y el rencor que ello genera? Asimismo, Kirchner nuevamente llevó al centro de la escena -y probablemente al nivel más crudo de su gestión-, la idea de que si no se pensaba como ellos respecto de las retenciones móviles se era un ‘gorila desestabilizador’.
Por suerte, la irresponsabilidad del gobierno esta vez produjo una reacción en la sociedad. La mala imagen que tiene la población no solo se debe a que se rechazan los impuestos que sean confiscatorios, sino que -principalmente-, es como consecuencia de que la gente no quiere un gobierno autoritario, tirano, que vulnere la Constitución y las instituciones, que enfrente a la sociedad e intente generar rencor, odio y violencia dentro de ella.
Finalmente, me alegro de la actitud democrática de la gente, de la reacción, de darse cuenta de que estábamos perdiendo la República si no hacíamos nada. Y me alegro también de que todo lo que no pudo hacer la oposición para hacerle entender a la sociedad, lo pudo hacer el Kirchnerismo con su amateurismo o con su grado de locura.

