Esta semana asistimos a un hecho que es otra demostración del deterioro institucional que sufre la Nación. El presidente Kirchner, en su discurso en conmemoración del 31° aniversario del Golpe de Estado del 76’, increpó y trató de genocida a la Cámara de Casación Penal por ‘demorar’ durante 4 años las causas de los acusados por violación de Derechos Humanos durante el último gobierno militar. Dijo que era una vergüenza la demora, pidiendo expresamente que funcione la justicia, ya que tales causas no pueden extenderse durante tanto tiempo.
El tema debe ser analizado desde varios puntos de vista. En primer lugar, el presidente no puede entrometerse en las funciones de otros poderes, menos aún en el judicial que es el más débil. Tal prohibición figura en nuestra Constitución Nacional en orden de asegurar la república y el equilibrio de poderes. Así, su art. 119 establece que ‘En ningún caso el presidente de la Nación puede ejercer funciones judiciales, arrogarse el conocimiento de causas pendientes o restablecer las fenecidas’.
En segundo lugar, es cierto que la justicia está colapsada. El sistema judicial no responde a la demanda. Pero es una mentira que sólo la causa de Derechos Humanos esté retrasada, sino que todo ciudadano que intente acceder a la justicia, se verá ‘atrapado’ en un proceso de varios años hasta que pueda obtener una sentencia firme. Por tanto, se necesita una reforma judicial completa, no sólo de personas, ya que en caso de que así fuera nos encontraríamos en la misma situación. Pero parece ser que ciertos jueces al Poder Ejecutivo no le gustan.
El presidente no es un ciudadano común, y cualquier comentario que haga de los demás poderes puede resultar peligroso. Además, la prohibición de entrometerse en el Poder Judicial figura en nuestra Constitución, y Kirchner se ‘arroga el conocimiento de causas pendientes’ y procura que ‘ciertas causas sean rápidas porque son más importantes que otras’. Esto no es cierto, somos iguales ante la ley y no es posible que ciertos procesos judiciales tengan privilegio por la consideración del presidente.
En un Sistema Republicano, las formas son absolutamente indispensables para su funcionamiento. Si no se respetan en razón de lograr ciertos fines que resultan ‘buenos’ para el presidente, para cualquiera o incluso para el pueblo, podríamos caer en el riesgo de destruir la República. De este modo, no queremos analizar si debe ser promovido un juicio político contra los integrantes de Casación, pero sí podemos afirmar que lo que hace nuestro presidente es constituir un poder hegemónico en el que los demás poderes también sean dominados por él. Y si consideramos que no es así, fijémonos todas las demás actitudes que tuvo el presidente: removió a la Corte Suprema, se aseguró el derecho a veto en el Consejo de la Magistratura, gobierna con poderes extraordinarios delegados por el Congreso, intervino un organismo independiente como el INDEC porque no le convenían las estadísticas reales que eran publicadas, etc. Entonces, el hecho de inmiscuirse en otro poder es un lujo que no le podemos permitir a Kirchner.
Como conclusión, podemos afirmar que durante el mandato del actual gobierno fuimos padeciendo un deterioro institucional notable. El que no piensa como el presidente es ‘un traidor a la patria’. Siempre está buscando enemigos para que pesen sobre ellos sus propios problemas que no puede resolver, en actos de miserable populismo.
Y teniendo en cuenta que en octubre de este año hay elecciones presidenciales, quiero finalizar haciendo una pregunta: ¿Hasta cuándo vamos a permitir la vulneración de las instituciones y que se arruine la República por tener electrodomésticos y una explosión en el consumo y venta de celulares, que encima son producto de circunstancias internacionales favorables?
El tema debe ser analizado desde varios puntos de vista. En primer lugar, el presidente no puede entrometerse en las funciones de otros poderes, menos aún en el judicial que es el más débil. Tal prohibición figura en nuestra Constitución Nacional en orden de asegurar la república y el equilibrio de poderes. Así, su art. 119 establece que ‘En ningún caso el presidente de la Nación puede ejercer funciones judiciales, arrogarse el conocimiento de causas pendientes o restablecer las fenecidas’.
En segundo lugar, es cierto que la justicia está colapsada. El sistema judicial no responde a la demanda. Pero es una mentira que sólo la causa de Derechos Humanos esté retrasada, sino que todo ciudadano que intente acceder a la justicia, se verá ‘atrapado’ en un proceso de varios años hasta que pueda obtener una sentencia firme. Por tanto, se necesita una reforma judicial completa, no sólo de personas, ya que en caso de que así fuera nos encontraríamos en la misma situación. Pero parece ser que ciertos jueces al Poder Ejecutivo no le gustan.
El presidente no es un ciudadano común, y cualquier comentario que haga de los demás poderes puede resultar peligroso. Además, la prohibición de entrometerse en el Poder Judicial figura en nuestra Constitución, y Kirchner se ‘arroga el conocimiento de causas pendientes’ y procura que ‘ciertas causas sean rápidas porque son más importantes que otras’. Esto no es cierto, somos iguales ante la ley y no es posible que ciertos procesos judiciales tengan privilegio por la consideración del presidente.
En un Sistema Republicano, las formas son absolutamente indispensables para su funcionamiento. Si no se respetan en razón de lograr ciertos fines que resultan ‘buenos’ para el presidente, para cualquiera o incluso para el pueblo, podríamos caer en el riesgo de destruir la República. De este modo, no queremos analizar si debe ser promovido un juicio político contra los integrantes de Casación, pero sí podemos afirmar que lo que hace nuestro presidente es constituir un poder hegemónico en el que los demás poderes también sean dominados por él. Y si consideramos que no es así, fijémonos todas las demás actitudes que tuvo el presidente: removió a la Corte Suprema, se aseguró el derecho a veto en el Consejo de la Magistratura, gobierna con poderes extraordinarios delegados por el Congreso, intervino un organismo independiente como el INDEC porque no le convenían las estadísticas reales que eran publicadas, etc. Entonces, el hecho de inmiscuirse en otro poder es un lujo que no le podemos permitir a Kirchner.
Como conclusión, podemos afirmar que durante el mandato del actual gobierno fuimos padeciendo un deterioro institucional notable. El que no piensa como el presidente es ‘un traidor a la patria’. Siempre está buscando enemigos para que pesen sobre ellos sus propios problemas que no puede resolver, en actos de miserable populismo.
Y teniendo en cuenta que en octubre de este año hay elecciones presidenciales, quiero finalizar haciendo una pregunta: ¿Hasta cuándo vamos a permitir la vulneración de las instituciones y que se arruine la República por tener electrodomésticos y una explosión en el consumo y venta de celulares, que encima son producto de circunstancias internacionales favorables?

